jueves, 28 de febrero de 2013

Sin título.

   ¿No habéis tenido nunca esos días en los que sólo queréis o tumbaros en la cama sin hacer nada o hablar con una persona especial? Sin nadie que te moleste, sin cosas que hacer, simplemente relajarte y pensar "sólo estamos nosotros dos".
   Yo estoy en esos días, y lo peor es que estos días son los de finales de trimestre y nos mandan más trabajos, más deberes, más exámenes y todo el mundo pide cosas que yo no les puedo dar, como por ejemplo: tiempo.

   No me quiero extender mucho en esta entrada porque siquiera sé que decir ni de qué escribir, por lo que esta entrada es meramente informativa para esas personas que me leen a menudo, que sepan que no voy a escribir todos los días. Acaso, una vez o dos a la semana.

   PD: Eso sí, tengo que hacer una historia para lengua, cosa que me encanta. La haré y después la copiaré aquí. Simplemente deciros que el/la protagonista -no lo tengo claro aún- se llamará Loren, y se creerá su propio héroe matando a los "criminales" -en plan Death Note-. Un beso a todos, gracias por ser pacientes.

AGUR <3 

sábado, 23 de febrero de 2013

La historia de Lanre. | The name of wind.

   Hace muchos años, a muchos kilómetros de aquí, existía Myr Tariniel. La ciudad reluciente. Se erguía entre las altas montañas del mundo como una piedra preciosa en la corona de un rey.
   Imaginaos una ciudad tan grande como Tarbean. Pero en cada esquina de cada calle había una fuente, o un árbol, o una estatua tan hermosa que incluso un hombre orgulloso lloraba al verla. Los edificios eran altos y elegantes, excavados en la montaña, excavados en una piedra blanca y reluciente que conservaba la luz del sol hasta más allá del anochecer.
   Selitos gobernaba en Myr Tariniel. Con sólo mirar una cosa, Selitos veía su nombre oculto y lo entendía. En aquellos tiempos, había mucha gente que podía hacer eso, pero Selitos era el nominador más poderoso de cuantos vivían en aquella época.
   Selitos era amado por la gente a la que protegía. Sus juicios eran estrictos y justos, y no había nadie que pudiera influir en él con falsedades o engaños. El poder de su visión era tal que podía leer los corazones de los hombres como si fueran libros de gruesas letras.
   En aquellos tiempos se libraba una guerra terrible en un vasto imperio. La guerra se llamaba Guerra de la Creación, y el imperio se llamaba Ergen. Y pese a que el mundo jamás ha visto un imperio tan magnífico ni una guerra tan terrible, ambos ya solo viven en las historias. Hasta los libros de historia que los mencionaban como rumores inciertos se han convertido en polvo.
   La guerra duraba tanto que la gente apenas recordaba los tiempos en el que el humo de las ciudades incendiadas no ennegrecía el cielo. Antaño había habido cientos de hermosas ciudades esparcidas por todo el imperio. Había peste y hambre por todas partes y, en algunos sitios era tal la desesperación que las madres ya no lograban reunir suficiente esperanza para ponerles nombres a sus hijos. Pero quedaban ocho ciudades: Belen, Antus, Vaeret, Tinusa, Emlen y las ciudades gemelas de Murilla y Murella. Por último estaba Myr Tariniel, la más grande de todas y la única que no estaba marcada por largos siglos de guerra. La protegían las montañas y unos valientes soldados. Pero la verdadera causa de la paz de Myr Tariniel era Selitos. Utilizando el poder de su visión, Selitos vigilaba los puertos de montaña que conducían a su amada ciudad. Sus estancias estaban en las torres más altas de la ciudad, para que pudiera divisar cualquier ataque mucho antes de que llegara a convertirse en una amenaza.
   Las otras siete ciudades, que no contaban con los poderes de Selitos, se protegían de otras maneras. Depositaron su esperanza en gruesos muros, en la piedra y en el acero. Depositaron su esperanza en la fuerza de los brazos, en el valor y en la sangre. Depositaron su esperanza en Lanre.
   Lanre había luchado desde que podía levantar una espada, y para cuando empezó a cambiarle la voz, peleaba como una docena de hombres hechos y derechos. Se desposó con una mujer llamada Lyra, por la que sentía un profundo amor, una intensa pasión.
   Lyra era terrible y sabia, y tenía tanto poder como Lanre. Pues mientras que Lnare tenía la fuerza de su brazo y el apoyo de hombres leales, Lyra sabía los nombres de las cosas, y el poder de su voz podía matar a un hombre o aplacar una tormenta. 
   Pasaban los años, y Lanre y Lyra combatían hombro con hombro. Defendieron Belen de un ataque por sorpresa, salvando la ciudad de un enemigo que la habría destruido. Reunían ejércitos y  hacían comprender a las ciudades la importancia de la lealtad. durante largos años rechazaron a los enemigos del imperio. La gente, que se había dejado vencer por la desesperación, empezó a sentir que la esperanza volvía a arder en su interior. La gente confiaba en alcanzar la paz, y depositó esas débiles esperanzas en Lanre.
   Entonces llegó la Nagra de Vessten Tor. Nagra significaba "batalla" en el idioma de la época, y en Vessten Tor tuvo lugar la mayor y más terrible batalla de esa terrible guerra. Los ejércitos lucharon sin cesar durante tres días bajo el sol, y sin cesar durante tres noches a la luna. Ningún bando consiguió derrotar al otro, y ambos se resistían a retirarse.
   Sobre a batalla en sí sólo tengo una cosa que decir. En Vessten Tor murieron más personas de las que viven hoy en día en el mundo.
   Lanre siempre estaba donde la batalla era más cruenta, donde más lo necesitaban. Nunca soltó la espada ni la enfundó en su vaina. Al final, cubierto de sangre en meido de un campo sembrado de cadáveres, Lanre se enfrentó, solo, a un terrible enemigo. Una besita enorme con escamas de hierro negro, cuyo alimento era una oscuridad que sofocaba a los hombres. Lanre peleó con la bestia y la mató. Lanre consiguió la victoria, pero la pagó con la vida.
   Una vez terminada la batalla, y cuando el enemigo ya se había retirado detrás de las puertas de piedra, los supervivientes encontraron el cadáver de Lanre, frío e inerte, cerca de la bestia que había matado. La noticia de la muerte de Lanre se extendió rápidamente, cubriendo el campo de batalla con un manto de desesperación. Habían ganado la batalla y habían cambiado el curso de la guerra, pero todos sentían un frío intenso en su interior .La pequeña llama de esperanza que todos habían cultivado empezó a parpadear y a apagarse. Habían depositado todas sus esperanzas en Lanre, y Lanre estaba muerto.
   En medio del silencio, Lyra se quedó de pie junto al cadáver de Lanre y pronunció su nombre. Su voz era un precepto. Su voz era de acero y piedra. Su voz le ordenaba que volviera a vivir. Pero Lanre yacía inmóvil y muerto.
   Con temor, Lyra se arrodilló junto al cadáver de Lanre y susurró su nombre. Su voz era una llamada. Su voz era de amor y de deseo. Su voz le pedía que volviera a vivir. Pero Lanre yacía frío y muerto.
   Desesperada, Lyra se echó sobre el cadáver de Lanre y lloró su nombre. Su voz era un susurro. Su voz era de eco y de vacío. Su voz le suplicaba que volviera a vivir. Pero Lanre yacía sin aliento y muerto.
   Lanre estaba muerto. Lyra lloraba y le tocaba la cara con manos temblorosas. Alrededor, los hombres giraron la cabeza, porque era menos doloroso contemplar el campo ensangrentado que el dolor de Lyra.
   Pero Lanre oyó la llamada de Lyra. Lanre se volvió hacia el sonido de su voz y fue hacia ella. Lanre regresó de detrás de las puertas de la muerte. Pronunció el nombre de su esposa y abrazó a Lyra para consolarla. Abrió los ojos e hizo cuanto pudo para enjuagarle las lágrimas con sus temblorosas manos. Y entonces respiró hondo y volvió a la vida.

Continuará...

viernes, 22 de febrero de 2013

El miedo es tan... subjetivo.

[...]
   —Hablando de nombres, esa es otra cosa con la que tengo problemas —dijo mi padre—. He recopilado un par de docenas y me gustaría que me dieras tu opinión. La mayoría...
   —Mira, Arl —lo interrumpió Ben—, te agradecería que no los dijeras en voz alta. Me refiero a los nombres propios. Si quieres puedes escribirlos en el suelo, o voy a buscar una pizarra, pero prefiero que no los pronuncies. Ya sabes lo que dicen: más vale prevenir que curar.
   Se hizo un profundo silencio. Me quedé quieto, con un pie en alto, temiendo que me hubieran oído.
   —No me miréis así —dijo Ben con irritación.
  —Es que nos has sorprendido, Ben —dijo la dulce voz de mi madre—. No pareces una persona supersticiosa.
   —No lo soy —dijo Ben—. Soy prudente, que no es lo mismo.
   —Claro —concedió mi padre—. Yo nunca...
   —Guárdate eso para tus clientes, Arl —le cortó Ben sin disimular su enfado—. Eres demasiado buen actor para que se te note, pero sé muy bien cuándo alguien me considera un chiflado.
   —Es que no me lo esperaba, Ben —se disculpó mi padre—. Eres una persona culta, y yo estoy harto de la gente que toca hierro y derrama la cerveza en cuanto menciono a los Chandrian. Solo estoy reconstruyendo una historia; no juego con las artes oscuras.
   —Bueno, escuchadme bien. Me caéis demasiado bien para dejar que penséis que soy un viejo chiflado —dijo Ben—. Además, después quiero hablar con vosotros de un asunto, y necesito que me toméis en serio.
   El viento siguió aumentando, y aproveché el ruido para recorrer el trozo que me faltaba. Bordeé con sigilo el carromato de mis padres y me asomé entre un velo de hojas. Estaban los tres sentados alrededor del fuego: Ben encima de un troncón, acurrucado bajo su capa, marrón y deshilachada; mis padres enfrente de él —mi madre, recostada sobre mi padre—, con una manta que los cubría a los dos.
   Ben cogió una jarra de arcilla, llenó una taza de cuero y se la dio a mi madre. Cuando habló, le salió vaho por la boca.
   —¿Qué sienten en Atur con relación a los demonios? —preguntó.
   —Les tienen miedo. —Mi padre se dio unos golpecitos en la sien—. Tanta religión les reblandece el cerebro.
   —¿Y en Vintas? —pregunté Ben—. Muchos son tehlinos. ¿Sienten lo mismo?
   Mi madre sacudió la cabeza.
   —Piensan que es un poco absurdo. Sus demonios son metafóricos.
   —Entonces, ¿de qué tienen miedo por la noche en Vintas?
   —De los Fata —contestó mi madre.
   Mi padre dijo al mismo tiempo:
   —De Draugar.
   —Ambos tenéis razón, dependiendo de la región del país —dijo Ben—. Y aquí, en la Mancomunidad, la gente se muere de risa cuando alguien menciona cualquiera de las dos cosas. —Señaló los árboles con un amplio movimiento del brazo—. Pero aquí, cuando llega el otoño, todos se cuidan de no atraer la atención de los engendros.
   —Sí, tienes razón —concedió mi padre—. Para ser un buen artista tienes que conocer a tu público.
   —Sigues pensando que estoy loco —dijo Ben, risueño—. Mira, si mañana entráramos en Biren y alguien te dijera que hay enjendros en los bosques, ¿le creerías? —Mi padre negó con la cabeza—. ¿Y si te lo dijeran dos personas? —Mi padre volvió a negar.
   Ben se inclinó hacia delante.
   —¿Y si una docena de personas te dijeran, muy serias, que había engendros en los campos de cultivo, comiendo...?
   —Claro que no les creería —dijo mi padre con enfado—. Es ridículo.
   —Claro que lo es —concedió Ben levantando un dedo—. Pero la cuestión es esta: ¿entrarías en el bosque?
   Mi padre se quedó muy pensativo y quieto.
   Ben asintió.
   —Sería una temeridad ignorar las advertencias de medio pueblo, aunque vosotros no creáis en ls mismas cosas que ellos. Si no teméis a los engendros, ¿a qué teméis?
   —A los osos.
   —A los bandidos.
   —Unos temores muy sensatos, tratándose de artistas itinerantes —observó Ben—. Unos temores que los aldeanos no entienden. Cada lugar tiene sus pequeñas supersticiones, y todo el mundo se ríe de lo que piensa la gente que vive al otro lado del río. —Los miró con seriedad—. Pero ¿alguno de los dos ha oído una canción humorística sobre los Chandrian? Apuesto un penique a que no.
   Mi madre negó con la cabeza tras un momento de reflexión. Mi padre dio un largo trago antes de imitarla.
   —Mirad, yo no digo que los Chandrian estén ahí fuera, surgiendo como rayos de un cielo despejado. Pero los temen en todas partes. Normalmente, eso tiene una explicación.
   Ben sonrió e inclinó su taza de arcilla, tirando al suelo las últimas gotas de cerveza.
   —Y los nombres son cosas extrañas. Peligrosas —prosiguió el arcanista mirando con fijeza a mis padres—. Eso lo sé muy bien porque soy un hombre culto. Y si también soy un poco supersticioso... —Se encogió de hombros—. Bueno, eso es asunto mío. Soy viejo. Tenéis que ser tolerantes conmigo.
[...]


El nombre del viento, Patrick Rothfuss.

jueves, 21 de febrero de 2013

Dolor. ¿Es de héroes o de débiles?

   Pequeños, siento no haber escrito demasiado. Mis condiciones personales no son buenas, estoy enferma y encima me agobian mucho en el instituto. Como es obvio, yo soy más importante que un simple blog que a saber quién me lee -si es que alguien lo hace completamente-.
   Tenía pensadas varias entradas. La primera, una de mis historias de psicokillers. La segunda, una crítica a la gente idiota que no sigue los rasgos de un personaje de un libro para una película/serie. Pero no; voy a hablar del dolor.

   El dolor... A mí me gusta el dolor. Bueno, realmente, me gusta tener heridas abiertas y grandes, o en su defecto, cicatrices. Tengo muchas por todo mi cuerpo. Tuve una época que me odiaba tantísimo a mí misma que llegué a odiar las cosas que más me gustan -ahora- de mí, es decir, las marcas de guerra de mi cuerpo. Quise quitármelas y por suerte no lo hice.
   No me gusta tanto el dolor mental. Ese me cambia -es más, me ha cambiado- más que ninguna otra cosa de este mundo. Tampoco es de valientes tener "heridas" de dolor mental, ya que nadie puede verlas, admirarlas. Algunos halaban a aquellas personas que han sufrido, que tienen experiencias y son "fuertes". Pero eso no es así, no. Si sufres más te vuelves más débil, porque tienes miedo de que vuelva a pasar.
   Lo que yo hago para "ser fuerte" es fingir. Fingir ser fuerte. Fingir que nada me importa. ¿Por qué? Porque las mentiras, al cabo de un tiempo, te las vas creyendo. Yo ya me las estoy creyendo, ¡y me encanta! Apenas sufro por aquella gente que no merece la pena; sólo por aquellas personas que están en, como poco, el segundo escalón de mi escala social. Su pérdida, su sufrimiento, es lo que a mí me "dolería", pero tampoco en exceso.
   Estoy dejando de ser tan malditamente empática, por supervivencia. Porque no me viene bien sufrir por personas que ni siquiera saben de mi existencia. Soy comprensiva, y eso no lo quiero cambiar, me vendrá bien para mi futuro trabajo. Pero dejo de ser empática.
   Dejo de guiarme por las leyes de la ética y la moral establecidas por la sociedad, y me guío por las mías propias. Dejé de cometer errores cuando supe que lo que yo hago no son errores, son experiencias. 

   Me voy del tema... Me refería, que la gente -al menos, la mayoría- no comprende que me guste el dolor. No comprenden por qué me hago heridas. No comprenden por qué no me las curo. 
   Me hago heridas porque me gusta, porque me hacen sentir fuerte. Es... difícil de explicar. Es como esos chicos -digo chicos porque a las mujeres no les gusta tener heridas- que se han hecho una herida enorme y la van exhibiendo por ahí en plan "eh, tío, mira qué macho soy; y todo esto sin llorar". Más o menos, es lo mismo. Sólo que yo no las voy mostrando por ahí -a no ser que sean lo suficientemente grandes o no me las haya hecho yo a posta-.
   No me las curo porque me parece una pérdida de tiempo y una muestra de debilidad. Que yo sepa los hombres de las Cavernas no se curaban las heridas con pomadas mega super chachis que no te dejan ni heridas. Sí, seguro que usaban hierbas curativas -como el Aloe Vera- o su propia saliva; pero yo también uso eso. Es una muestra de debilidad curarse las heridas. Hacemos que nuestro cuerpo se acostumbre a cosas que no son normales, y así lo hacemos más débil y propicio a coger enfermedades diversas.


   Esta entrada se ha extendido más de lo que me imaginaba, así que lo dejo aquí.
   Si queréis saber algo más, comentad, contactad conmigo por ask o cosas así. Os dejo una foto que me ha inspirado para esta entrada. Un beso, pequeños.

¡AGUR!


Sería un placer para mí que esta foto sea de mi futura mano izquierda.

sábado, 16 de febrero de 2013

miércoles, 6 de febrero de 2013

HUELGA | ¡POR NUESTROS DERECHOS!



Quieren cortarnos la lengua
con la tijera de la intransigencia,
con la tijera de la necesidad,
con la de la autoridad. 
Quieren callar nuestra voz 
porque no pensamos como quieren ellos, 
porque queremos ser diferentes, 
queremos otra realidad. 
Quieren taparnos la boca 
para que nadie nos pueda escuchar, 
para que solo se oiga su mensaje, 
y nadie pueda dudar. 
Los que gestionan la percepción 
solo les dan la palabra a sus amos, 
sumisos a la mano que les paga, 
a unos dan voz y a los otros los callan. 
¡Mercenarios, mal nacidos! 
a nadie engañáis, ya sois conocidos, 
todos sabemos quién es vuestro dueño. 

Barato les sale usar a sus siervos 
para que echen mas leña al fuego, 
para que quemen en la hoguera 
a los infieles a su régimen. 
Quieren cortarnos la lengua 
para que nadie nos pueda escuchar, 
para que solo oiga su mensaje 
y nadie pueda dudar. 
¡Tijera contra papel! 
¡Piedra contra tijera!


lunes, 4 de febrero de 2013

Trabajos trabajosos -OBVIAMENTE-.

   Bueeeeeenas lectores. 
   Anteayer avisé de que el domingo no escribiría, ya que tenía hoy un examen de tecnología y como no es que se me dé de maravilla, estuve estudiando. Además, estuve haciendo otras cositas pendientes. Hoy ya tengo más "tiempo".
   Como no se me ocurría nada para escribir, voy a poner cuatro trabajos para plástica que he tenido que hacer a ordenador. 
   Mi situación personal no es tan buena como para escribir de ella, así que paso de agobiaros y atosigaros a todos con movidas mías, vengo aquí a entretenerme y no a joderme. Quien quiera saber más, que contacte conmigo -forma más fácil, mediante mi ask.-

   Los trabajos no son exageradamente malos, ni exageradamente buenos. Son algo, que a mí me gustan y que COMO EL PROFESOR NO EXPLICA UNA MIERDA, para mí están bien. Ea, aquí os los dejo. 

¡AGUR!

Actividad 7: Rellenar una imagen con texturas

Actividad 4: Collage de imágenes

Actividad 5 (1): Editar los valores de una imagen

Actividad 5 (2): Editar los valores de una imagen

Actividad 6: Rellenar una imagen con líneas

sábado, 2 de febrero de 2013

Hay diferencia entre los sueños y las metas.

   Hooooooooola a todos.
   Se supone que ayer debería haber subido la entrevista a Mateo -CHAN CHAN, DIJE EL NOMBRE-, pero no encontré la página en el periódico y soy demasiado vaga para copiarla enteeeeera. Algún día lo haré -o eso espero-, pero ahora no. Además, tampoco es que tenga demasiado tiempo libre últimamente. Mañana posiblemente no escriba nada y si escribo será cualquier tontería porque tengo un examen de tecnología el lunes -HIJO DE PUTA PROFESOR QUE NOS QUITA EL FINDE- y no me sé absolutamente nada.
   Después de esta pequeña introducción, empiezo con la entrada.

   Desde que conocí a los youtubers quise hacerme un canal de Youtube, grabarme hablando o haciendo cositas, pero no puedo. Porque el portátil va fatal y no tiene cam, y en el que estoy actualmente va regular pero no tiene micro. Así que espero conseguir algún día una cámara -aunque sea digital, supongo que otro día conseguiré una cámara de vídeo porque me encanta- y ser una vlogger. Mientras tanto, me apaño con escribir y plasmar lo que pienso/siento en unas letras inexpresivas. 
   Eso de ahí arriba es una meta. Algo que puedo conseguir "fácilmente" -en cuanto tenga una cámara será sencillísimo hacerlo-, no como los sueños. Los sueños son cosas que no se consiguen tan fácilmente. Por ejemplo, un sueño que tengo desde pequeña es montar un grupo y ser la vocal -o en su defecto, la guitarrista melódica-. Eso es muy muy difícil, porque realmente no sé cantar y tampoco sé tocar la guitarra. Simplemente me gusta, pero que algo me guste no significa que se me dé bien o que sepa hacerlo. También me encantaría aprender a tocar el saxofón, el contrabajo, el piano, la guitarra -aunque realmente sé, sólo que me da pereza tocarla y perfeccionarme- y otros muchos instrumentos más. 
   Mi otra gran meta es conseguir ser cinturón negro en kárate. Pf, sería lo mejor de este mundo. Conseguiría lo que más deseo: fuerza, poder y autocontrol. Me encantaría, pero eso requiere esfuerzo. Últimamente estoy practicando mucho para mi examen, mejor dicho, para mi primer examen. Quiero que me salga perfecto -aún tengo que seguir practicando los ataques de pierna, que bueh, simplemente pierdo el equilibrio-.

   Todas las personas tenemos sueños y metas, aunque lo nieguen. Porque si no las tuvieran, ¿para qué seguir adelante? ¿Para qué vas haciendo algo? "Para aumentar mi cultura". Esa es una meta, aumentar tus conocimientos día a día. Así que, todos tenemos algo a lo que agarrarnos. Algunos es más complicado que otros, pero todos es algo, porque sino la vida sería mucho más dura de lo que realmente es.


   Yyyyyyyyyyy... después de ponerme tan filosófica -realmente lo odio, no soy quién para hablar así-, me despido. Espero escribir dentro de un rato, para "hacer la entrada que debería hacer mañana", o algo así. No sé bien cómo explicarme.
   Un besito a todos.

¡AGUR!

viernes, 1 de febrero de 2013

Imagina que esto es un título jarcor.

   ¡Hola! Ayer iba a subir una entrada que era un reportaje periodístico a alguien "especial" (para mucha gente, para otras quizás no tanto). Escribí lo que era la "introducción" (lo que pongo yo) e iba a copiar la entrevista después de cenar, peeeero... mi pereza me pudo. Así bien, hoy pondré esta entrada, la de la entrevista y ¡quizás otra! Ahí, tres por dos, estoy que lo tiro.

   Ahora, la entrada: Estoy en el instituto, en mi clase, 2ºESO C. Acabo de terminar un examen de álgebra -y ezah cozah juais- que el año pasado odiaba y ahora les veo su encanto. Me ha ido bien; como siempre no he dejado nada en blanco, pero he tenido dudas. ¡Odio las dudas! Me ponen de los nervios porque no sé el verdadero significado de lo que pienso. Ahora bien, si quisiera dejar de tenerlas debería estudiar... ¡JAJAJAJAJAJA! Qué graciosa soy.
   Me da demasiada pereza estudiar, por lo que me valgo de mi razón, buena memoria y capacidad de aprender rápidamente. Yo aprendo -y estudio, cuando lo hago- mediante razonamiento y práctica, pero nunca memorizo (exceptuando sociales, claramente). Así que bueno, suspender no voy a suspender, y tampoco creo que saque menos de un ocho.

   Esto es la hostia: estamos en un examen y están TODOS -la profe incluida- mirando a la clase de al lado, como lelos. El profe da voces y los chavales le siguen. Odio esto. Los gritos, las faltas de respeto, los insultos... ojalá pudiese estudiar sola, apartada de este jodido instituto racista, homófobo, intolerante y subnormal.

   Me está empezando a doler la mano de escribir -¿qué pensabas: que iba a sacar el portátil en medio de la clase?-, así que mejor paro. Quizás luego ponga una foto random abajo o algo, pero bueno. Hasta dentro de un rato que suba la entrada atrasada.

¡AGUR!





Y es que, todo muere. No podemos evitarla.
La muerte es nuestra amiga más fiel, ya que nunca nos fallará.